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De campeón del ateÃÂsmo a enamorado de Dios

John C. Wright, casado y con tres hijos pequeños, paga las facturas escribiendo manuales de informática, pero tiene bastantes fans como escritor de ciencia ficción. Su trilogÃÂa de "La edad dorada" está publicada en español por Bibliópolis, y Berenice ha publicado en nuestra lengua sus dos novelas de fantasÃÂa de la serie La Guerra de los Mundos (El último guardián de Everness y Las nieblas de Everness).
Wright nació en 1961 y tuvo una juventud "introvertida, llena de libros, irreligiosa, nada atlética". Sus padres eran luteranos, pero dejaron de llevarle a la iglesia cuando él tenÃÂa 7 años, y sólo mantenÃÂan un cierto cristianismo cultural.
"Por muchos años he sido ateo, y un ateo vehemente, argumentativo y proselitista; no veÃÂa ninguna otra posibilidad para un pensador lógico", explicó en una entrevista en MostlyFiction.com.
En su blog, en septiembre de 2011, añadÃÂa: "yo era un campeón del ateÃÂsmo que daba argumentos a su favor tan convincentes que tres de mis amigos dejaron sus creencias religiosas debido a mi capacidad de persuasión, y mi padre dejó de ir a la iglesia".
"Mi conversión al cristianismo fue un milagro, causada por una revelación sobrenatural, que satisfizo mi escepticismo en ese área y salvó mi vida. Para mi sorpresa, descubràque sigo siendo un pensador perfectamente lógico. Sostengo que es insuficiente afirmar que puesto que el razonamiento humano no encuentra evidencia de un Ser Divino, tal ser no existe. La conclusión adecuada serÃÂa que los humanos, sin la asistencia e intervención de un ser divino, no pueden llegar a conocerle: una conclusión que creo que hasta los ateos admitirán", añade.
En noviembre de 2003, con 42 años y después de muchos años de debate con amigos ateos, Wright llegó a una conclusión: excepto en lo relativo a lo sobrenatural y la existencia de Dios, "mis colegas ateos se equivocaban de forma horriblemente cómica en cualquier punto básico de filosofÃÂa, ética y lógica, mientras que mis odiados enemigos cristianos tenÃÂan razón". Menos en lo referente a Dios y la religión.
"Siendo un filósofo, no un pedante, sometàel asunto a una prueba empÃÂrica. Por primera vez en mi vida recé. Dije: Querido Dios, no hay forma lógica en que puedas existir, e incluso si aparecieses ante màen carne y hueso, te considerarÃÂa una alucinación. No se me ocurre ninguna forma o evidencia, no importa lo clara que sea, para que me demuestres tu existencia. Pero los cristianos dicen que eres benevolente, que mi falta de creencia en ti me condenará inevitablemente. Si, como dicen, te importa si me condeno o no, y si, como dicen, eres sabio y todopoderoso, puedes demostrármelo aunque sé que es algo lógicamente imposible. Gracias por adelantado por cooperar en este asunto. John C. Wright."
Pasaron tres dÃÂas. Wright estaba tranquilo y satisfecho de ser "lógico, objetivo y de mente abierta". Y sucedió. En sus palabras:
"Sin aviso previo, tuve un ataque al corazón, y caàal suelo, gritando y moribundo. Entonces, me salvé de una muerte cierta sanado por fe ("by faith-healing"). Tras lo cual, sentàque el EspÃÂritu Santo entraba en mi cuerpo, inmediatamente fui consciente de mi alma, una parte de mi que hasta entonces pensaba que no existÃÂa. Me visitó la Virgen MarÃÂa, su Hijo, Su Padre, por no mencionar otros varios espÃÂritus durante varios dÃÂas, incluyendo periodos de éxtasis divino y una conciencia de la unidad mÃÂstica del universo..."
"Y una semana o asàdespués de eso, tuve una experiencia religiosa en la que entré en la mente de Dios y vi la indescriptible simplicidad y complejidad, amor, humor y majestad de Su pensamiento, y entendàel gozo más allá de toda comprensión y entendàla unidad que subyace en todas las cosas, y la paradoja del determinismo y la libre voluntad me quedó clara, asàcomo la naturaleza sinfónica de la profecÃÂa. Se me mostró la estructura del tiempo y del espacio."
"Y entonces Cristo en una visión me dijo que Él serÃÂa mi juez, y que Dios no juzga al hombre. Se lo expliqué a mi esposa. Y un mes después, mientras por primera vez leÃÂa la Biblia -más allá del mÃÂnimo indispensable de la escuela- encontré el párrafo de Juan (Juan 5,22), que nunca habÃÂa visto antes, que ningún cristiano nunca me mencionó, donde dice eso mismo con esas palabras. Y después he visto como una o dos docenas de oraciones eran respondidas de forma milagrosa, tanto que ahora me parece una rutina normal, más que un acto extraordinario de la fe".
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