Jesucristo se entrega por nosotros y quiere quedarse en medio de nosotros
La última Cena. Por la mañana de¡ Jueves, Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde llegaron al Cenáculo. AllàJesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se fue al huerto de los Olivos. Allàsudó sangre, viendo lo que le esperaba. Los discÃÂpulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no duerme nada.
Hazle tú hoy compañÃÂa al Señor, que está solo. Haz el propósito de no abandonarle nunca, y de visitarle con frecuencia en el sagrario.
Jesús nos enseña a obrar como El en el gesto de lavarles los pies a sus discÃÂpulos y nos pide: «Hagan lo mismo entre ustedes».
En este gesto Jesús nos invita a amarnos como El nos amó, a abrirnos con humildad al servicio fraterno sin reservas.
El Señor nos entregó el mandamiento del amor como señal para que todos los hombres nos reconocieran como sus discÃÂpulos.
¡Qué bueno serÃÂa cultivar a lo largo de todo este año especiales actitudes de amor hacia el prójimo!
Debemos pedir a Dios que nos inspire especialmente para concretar estos deseos.
En este año, por ser tan particular, la Iglesia nos invita a tener mucho más en cuenta tantos signos de exclusión y de pobreza.
Cada uno, personalmente, deberá plantearse cómo está respondiendo a la angustiante situación social de nuestro pueblo.
Comunitariamente debemos sentirnos desafiados a multiplicar esta corriente de la solidaridad.
Fuente: http://webcatolicodejavier.org/reflexdiapascua.html